Cuba es un ajiaco, ante todo, una cazuela abierta.

El 20 de octubre es un día muy especial para todos los cubanos, pues ha quedado recogido en la historia como el día de nuestra cultura, rememorando así, la lucha independentista llevada a cabo en contra del yugo opresor de la colonia española, y en homenaje a la creación del Himno Nacional Cubano, que por primera vez se entonara un día como ese pero de 1868.

 “En la hora más bella y solemne de nuestra patria se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres”, así vio  José Martì, el más universal de todos los cubanos, el trascendental acontecimiento.
Pero cuando de conformación de la cultura cubana se trata no podemos dejar de mencionar a otro grande de Cuba y es Don Fernando Ortiz, ese sabio y cubanísimo etnólogo, quien describió –como nadie- las raíces fundacionales y la esencia de nuestra cultura, la cual fuera comparada con uno de los platos más auténticos de la cocina criolla.

"Cuba es un ajiaco, ante todo, una cazuela abierta. Eso es Cuba, la isla, la olla puesta al fuego de los trópicos... cazuela singular la de nuestra tierra, que ha de ser de barro, muy abierta" escribiría Fernando Ortiz en una ocasión.

Y es que efectivamente, no existe comparación más exacta para definir a la isla caribeña en su formación como nación, que ese ajiaco, originado de la famosa fabada que trajeron los españoles a tierras cubanas y a la que le quitamos el garbanzo y le añadimos las viandas de África y el caribe, impregnándolo con nuestro propio sabor cubano.

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